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Más allá del Crepúsculo

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Más allá del Crepúsculo

Más allá del Crepúsculo

Por A. Hachete.

Este camino
que ya nadie recorre
salvo el crepúsculo
Matsuo Bashō, Japón.1644 /99- poeta zen del período Edo

Los grandes maestros del pensamiento nacional no ostentan ni aspiran al título de shiho en la ceremonia del Dharma, la principal certificación de transmisión de maestro a discípulo en el budismo mahayana.
Dicha calificación es contradictoria con la propia filosofía del Zen que postula el acceso personal al satori del conocimiento a través del sazen o meditación de sentado, una experiencia donde se trabaja en aras de la liberación de la individualidad
Algo que va más allá de Buda, quien plantea una cultura espiritual como parte de una unidad (el cosmos), sin ser él mismo la divinidad suprema, mientras que el practicante zen pretende llegar a ella mediante el satori.,
Para Carl Jung, es imposible comprender esta doctrina desde el pensamiento racionalista de Occidente que sólo concibe la abstracción del ser como negación (no cómo su realización plena en el “Nosotros” completaría el mentor de “La Comunidad Organizada”)
Pero acaso permita asociarla con algunos dislates del neo gorilismo argento, una doctrina vernácula (como su opuesto el peronismo) pero que, al revés de éste, es un collage de imágenes exóticas y fragmentarias unidas por el pegalotodo de la new age.
Para no abundar en ejemplos podemos citar, evocando nuestras largas charlas de mate con Danilo Bambú, la metamorfosis de Silo (1938/2011) que desde una tabla de valores progresista y solidaria (plagiada, dicen, de Gurdieff y “El arte de amar” de Erich Fromm) se desvía hacia posiciones esotéricas y sectarias por su propia inconsecuencia y la de sus seguidores que hoy predican un abstracto humanismo o se suman a agrupaciones anarco-capitalistas como el Podemos chileno.
Para no perdernos en las nubes de Úbeda, con perdón del viejo Leónidas, podemos sintetizar que la adopción acrítica de ideologías prestigiosas en otras latitudes suele terminar entre nosotros en apelaciones cercanas al ridículo del que, como se sabe, no hay retorno posible.
Para mitigar en parte esta némesis de la decadencia argentina, nos permitimos plagiar, también nosotros una mínima parábola Zen de un discípulo que rechazó el título de Shio, para internarse en la sazen solitaria del Maestro.
El brillante discípulo del estructuralismo latinoamericano, una adaptación neomarxista del positivismo europeo de entreguerras, elaboró un impecable estudio de la dependencia económica argentina basada en el cuello de botella que la agroexportación impone a la industrialización incipiente por el deterioro de los términos de intercambio y en la propia raíz de la sustitución de importaciones.
Por ese lúcido análisis es llamado a dictar conferencias en los organismos multilaterales e integra efímeros gabinetes en gobiernos militares o civiles que ensayan espasmódicos planes bajo su principal consigna “Vivir con lo Nuestro”
Pero hay cabos sueltos que no se anudan a esa óptica totalizante de las desventuras del subcontinente. La corrupción estructural, la depreciación de la moneda ligada a un interés sectorial en la inserción a la División Internacional del Trabajo y el más específico de todos ellos: la inflación.
Acuña el concepto de puja distributiva para advertir bien pronto que ésta es consecuencia y no causa de la transferencia de ingresos y del carácter exógeno de los ajustes de nuestra divisa a los mercados mundiales, un misterio insondable si uno compara simétricamente los índices inflacionarios de los países avanzados con el nuestro.
Para que se entienda: ¿Si Brasil, sin ir más lejos, tiene 5% de inflación y Argentina 35% porque los precios finales en dólares terminan siendo iguales o mayores en el país vecino?

Aldo Ferrer.
Foto: treslineas.com.ar
Pero el objetivo de nuestro sazen es mucho más ambicioso: quiere descubrir los orígenes del desarrollo y el subdesarrollo, explicar las razones por las cuales países y territorios que hacia el 1500 tenían niveles de ingreso y vida parecidos van distanciándose paulatinamente e imponen sus tecnologías, su comercio y sus ideas.
Y específicamente ¿Por qué la economía argentina se estanca desde 1930 y países equivalentes como Australia o Canadá tienen un crecimiento del 30%?
Como hará más tarde el Papa del Fin del mundo, explora, la dimensión endógena: el peso decisivo de la densidad cultural, los mercados y los recursos ambientales con la articulación de esa dimensión con el contexto externo,
Aquí introduce dos conceptos fundamentales: los factores tangibles del poder (población y territorio) y los intangibles (acumulación en un sentido amplio). El primero incluye recursos humanos y naturales, el segundo una visión del mundo que valorizaba la propia identidad y elección del estilo de desarrollo e inserción internacional con un Estado capaz de cohesionar los recursos de la nación en procesos autocentrados de acumulación y de cambio tecnológico. No hay país alguno que haya alcanzado de otro modo altos niveles de desarrollo.
Claro que esto no difiere mayormente, acaso sintetiza lo expuesto por diferentes escuelas de pensamiento económico como ya lo intentara la Teoría de la Dependencia (C. Furtado y otros)

En el final de su vida, quizás inspirado en la Noche 363 de Sherezada, cuando la princesa olvida o ignora lo ya narrado y comienza de nuevo por el relato de la primera noche (algo muy parecido a la inmortalidad) el maestro decide empezar de cero.
Traza una sintética pero impecable descripción del desarrollo de la escuela económica clásica, desde Ricardo, que continúa y perfecciona las ideas de Adam Smith y su fiero contendiente Thomas Malthus, hasta Marx que las cuestiona, y luego de las teorías, nacionalistas, historicistas, neoclásicas y revolucionarias sin olvidar la influencia de la ciencia y la técnica que permiten transformar las monarquías absolutas en Estados modernos.
Pero también cuestiona la actual polémica acerca de la economía- mundo: advierte claramente que el capitalismo global es el resultado de la interacción entre Estado y mercado como eje determinante en el proceso mutuamente articulado, entre la evolución de las naciones y el sistema económico internacional.
Mientras que el estilo de desarrollo hacia afuera de la Argentina, el supuesto granero del mundo, la dejó fuera del Segundo Orden Mundial (1930/1970) y, diríamos también del tercero. Aquí los factores intangibles se nutrieron de una dominante oligarquía rentística, que no apostó a la industrialización y expulsó a la periferia de las ciudades a la población rural en vez de promover una clase media agrícola como en las colonias anglosajonas.
Por eso, América latina en general es la región del mundo en la cual la globalización ha impactado más negativamente en la persistencia del subdesarrollo en los umbrales del siglo XXI
Cierra su diagnóstico con una mirada esperanzadora: la Argentina está en condiciones de vivir con sus propios recursos y abierta al mundo, creciendo a más del 6% anual sobre la base de una tasa de ahorro interno del orden del 30% del PIB y de inversión superior al 25%, si se propone simplemente hacer efectiva la democracia que hasta ahora fue vivida por la mayoría del pueblo como una falacia.
Y aquí se detiene el satori: La Parca, primero y la pandemia, ahora, han segado la plantación de tierra fértil sembrada por el Gran Maestro; pero ha quedado una huella, un camino hacia el futuro que acaso muchos quieran recorrer.
Más allá del Crepúsculo.
Ver: Aldo Ferrer: La Argentina y el orden mundial (FCE Buenos Aires2003)