Los juegos de la pandemia

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Los juegos de la pandemia
La calle Fitz Roy en pandemia. Foto Página 12

Los juegos de la pandemia

Por Androcles.

«EI futuro ya no es lo que era», dice Boaventura Santos que podía leerse, mucho antes de la catástrofe sanitaria global, en un grafiti mural de un barrio de Buenos Aires.

EI futuro prometido en la modernidad no tiene de hecho futuro.
La mayoría de los pueblos de la periferia del sistema mundial, no creen en él no solo por su actual carga de incertidumbre, sino «porque en su nombre descuidaron o rechazaron otros futuros, quizás menos brillantes y más próximos a su pasado, pero que al menos garantizaban la subsistencia comunitaria y una relación equilibrada con la naturaleza, que ahora les resultan tan precarias»
La creencia en el progreso entendido como desarrollo infinito alimentado por el crecimiento económico, la ampliación virtual de las relaciones y por el desarrollo tecnológico, moldearon la sociedad y la subjetividad creando una epistemología y una psicología de la racionalidad científica que tiende a la transformación de los problemas éticos y políticos en problemas técnicos.
Y cuando ello no es posible, el plan B busca la transformación de esos problemas en planteos jurídicos
Se ha encontrado así un orden en la voluntad del desorden y de la emancipación, de ahí que el enemigo de las soluciones fundamentales tenga que ser buscado, incluso, en nosotros mismos.
Lo paradójico es que los daños colaterales son repartidos socialmente y por lo tanto, difícilmente individualizables; de modo que, después de haber sufrido miles de muertos y un confinamiento con pocos precedentes en la historia, es muy frecuente ver a personas que deciden salir a la calle sin tomar ninguna de las precauciones básicas. ¿Se trata simplemente de personas irresponsables, o de un comportamiento que obedece a causas más profundas?
Una tentación inevitable es instalar el análisis en el marco de la grieta político-social argentina y dividir a la población en dos bandos enfrentados a favor y en contra del aislamiento, las vacunas y el uso del barbijo, por la cual los aperturistas, alentados por los medios de difusión masiva, invocan su libertad de movimiento y de reunión frente a la actitud temerosa y distante de los cuarentenistas reclutados entre los adherentes al gobierno nacional cuya divisa es la salud pública.
No hay dudas que los primeros defienden derechos individuales legítimos pero insolidarios con sus semejantes en riesgo de contagio y, especialmente, con los agobiados trabajadores esenciales que ocupan desde el principio la primera línea de la lucha contra el virus. En ese caso, la teoría de juegos permita entender mejor esta faceta de la acción humana.

John Nash.
Foto diario el pais.
La Teoría de los Juegos.
Como todos sabemos, el aislamiento y las medidas de prevención recomendadas durante el desconfinamiento suponen unas limitaciones que se imponen a los individuos y que ellos pueden valorar como muy costosas en términos de calidad de vida, percibidas por ellos como sacrificios personales.
Es propio de la naturaleza humana, el cálculo costo/ beneficio, y aquí la ganancia obtenida por respetar las medidas de prevención no es visible a nivel individual sino agregado. Es decir que el beneficio esperado es imposible de cuantificar para el individuo.
Muchos creen que su comportamiento individual no tendrá ninguna repercusión en el resultado colectivo, y que por tanto la solidaridad resulta además penosa.
El equilibrio de Nash.
La situación podría derivar en un «equilibrio de Nash» donde al menos una parte de los jugadores no tiene ningún incentivo para modificar su posición inicial ya que es incapaz de predecir lo que harán los demás.
O, dicho de otra manera, el bienestar común puede considerase una variable exógena en el cálculo de costo/beneficio que inconscientemente realizan las personas incluso en sus hábitos más cotidianos.
Si respetar las reglas supone un sacrificio personal, permitirnos cosas que deseamos y que durante mucho tiempo nos han prohibido supone un empoderamiento personal, máxime cuando el riesgo personal se estima limitado por la baja tasa de mortalidad de la pandemia, sin considerar lógicamente que un aumento de la misma por motivos de edad o salud podría invertir dramáticamente ese cálculo.
Es cierto que todo el mundo puede al menos tener una idea aproximada de las pérdidas que un rebrote podría estar causando sobre realidades sociales como el sistema de salud o la economía, pero muchos considerando el resultado colectivo como una realidad impuesta por factores ajenos a su comportamiento.
El dilema del free rider, donde existen incentivos para que algunos jugadores pretendan disfrutar del bienestar colectivo sin asumir el costo individual o sea: dejar que los demás asuman los costos y disfrutar personalmente de las ganancias.
Incentivos para respetar las normas.
Dado que la raíz del dilema es el carácter socializado de los beneficios (respetando las normas) y de los costos (ignorándolas), una solución puede pasar por intentar individualizar los riesgos pero ello choca con la mayor potencia del relato mediático frente al desprestigio que sufre en este sector social la propaganda oficial, percibida como falaz y autoritaria.
Lo mismo ocurre si se quiere penalizar a quienes no cumplan las medidas de seguridad adecuadas o rastrear los movimientos de las personas infectadas, como ya ocurre en Singapur o Corea del Sur. Además de que no es aplicable para las personas sanas que se ex-pongan al riesgo de contagiarse.
Más eficaz sería que los individuos vean ganancias concretas en su calidad de vida como premio a su responsabilidad. Un ejemplo son los test para los pasajeros de aviones, una solución que otorga la posibilidad de desplazarse por vía aérea sólo a quienes demuestren estar sanos. Por consiguiente hallarían incentivos para respetar las normas porque se verán compensados por el beneficio que les supondrá poder viajar.
Claro que estas soluciones son odiosas para un gobierno que por imperativo ideológico, apelará siempre al sentimiento colectivo, reacio a admitir que nos encontramos en un equilibrio de Nash, es decir en un juego no cooperativo.
John Nash, autor de la teoría de los juegos, es mundialmente conocido a partir del año 2001 por el film «Una Mente Brillante», interpretada por el actor australiano Russell Crowe.
Ver También: Boaventura Santos «Hacia una Concepción Multicultural de los Derechos Humanos» Universidad del Ande, Bogotá 2016.