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¿Qué es una revolución?

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¿Qué es una revolución?
25 de Mayo de 1810. Imagen: telesur.

Ver para apreciar, apreciar para resolver, resolver para ejecutar, ejecutar para alcanzar la Felicidad del Pueblo y la Grandeza de la Nación

Por Jorge Benedetti.
Primero la Patria.

¿Qué es una revolución?

Jorge Benedetti
El término “revolución” proviene del latín revolutio y significa «acción y efecto de dar vuelta de un lado a otro». En consecuencia una revolución implica un cambio de grandes proporciones perdurables en el tiempo, de la distribución del poder, de la riqueza y de la capacidad de decisión en una sociedad determinada.
Una revolución es “popular” cuando es el pueblo el que la impulsa, la alienta y resulta su principal beneficiario. Es decir, cuando ésta ampara y desarrolla el bien común.
Por el contrario, una revolución es “oligárquica” cuando favorece a una pequeña parte de la sociedad, específicamente al sector más poderoso de la misma, desde el punto de vista económico.
Durante el siglo XX en Argentina se desarrollaron dos revoluciones en el sentido estricto del término. Una, de carácter netamente popular y ABSOLUTAMENTE PACÍFICA, que se inició el 17 de octubre de 1945, cuando el pueblo expresó su voluntad de cambio y su intensión de una transformación profunda en las estructuras políticas y sociales de nuestro país. Se produjo, al decir del poeta, la irrupción del “subsuelo de la patria sublevado”.
17 de octubre de 1945.
Esta revolución – eminentemente popular – perduró, con independencia de la existencia de gobiernos de distinto signo, inclusive abiertamente opositores al proceso iniciado en 1945, hasta el 24 de marzo de 1976, cuando se produce otra revolución, de carácter EXTREMADAMENTE VIOLENTO y oligárquico, que a diferencia de otros hechos violentos y minoritarios, produjo un cambio radical en la estructura política y social de la Argentina, con el costo de decenas de miles de muertes, directas e indirectas. Directas, 30.000 detenidos asesinados, lo que permitió sembrar una estructura de terror que posibilitó una brutal trasferencia de poder y fundamentalmente de riqueza y de participación en las decisiones, de la inmensa mayoría de los argentinos, desestructurando la sociedad, lacerando gravemente el tejido social y fomentando un pensamiento liberal, individualista y antisocial. Esta ideología, impuesta a sangre y fuego, provocó miles de muertes indirectas, a consecuencia del hambre y la falta de solidaridad, impuestos en nuestra comunidad.
Al igual que en el caso anterior, a pesar de haber existido gobiernos de distintos signos, algunos de ellos abiertamente opositores al proceso oligárquico instaurado en 1976, este perdura hasta nuestros días.
Solo un dato desde el punto de vista socioeconómico: la pobreza en el año 1975 era del orden del 3%, hoy supera el 40%. Para no hablar del endeudamiento externo, que en el primer semestre de 1976 iba a cancelarse totalmente, volviendo a la independencia económica que significa no tener deuda externa, como en la década del 50, comparado con lo que significa hoy el saqueo del endeudamiento generado por el neoliberalismo desde el año 76 a la fecha.
Pero otro elemento, tan grave como los mencionados, fue el quiebre del tejido social argentino con la consiguiente desestructuración social y el avance de la violencia. No nos olvidemos que en los 50, el Director del Servicio Penitenciario Nacional se «quejaba” del hecho de que las cárceles estaban cada vez más vacías.
Lo mismo sucede con la intervención popular en las estructuras sociales, las que hace años permitían que los hombres y mujeres de nuestro país, participaran como parte de una «comunidad organizada» en la toma de las decisiones de la comunidad, mientras que hoy reina la in-solidaridad y la concentración del poder, lo que impide la verdadera participación popular.

La anomia:

La confusión de las lenguas en la Torre de Babel. Imagen: Tradupla.
Cuenta el Génesis (el primer libro de la biblia judeocristiana) que cuando los hombres quisieron construir la Torre de Babel para llegar “al cielo” por esta vía, Dios confundió sus lenguas e hizo que no se entendieran y que se dispersan por distintos lugares de la tierra.
El proceso del individualismo instaurado en nuestro país, como dijimos “a sangre y fuego”, alentó la división de los hombres e instauró la ideología del “sálvese quien pueda”. De esta manera, las instituciones sociales fueron perdiendo fuerza y se impuso el discurso del “hace la tuya”, comprobándose que solo podían hacer “la de ellos” un pequeño grupo de poderosos cada más chico. Así “ellos” fueron ocupando cada vez más porciones de poder y de riqueza.
Para cubrir las formas, los poderosos, cada dos años devuelven por un día la ilusión de poder elegir y decidir, pero al siguiente, sea quien fuere el ganador de las elecciones, imponen su poder, con su acuerdo o sin él.
O sea, el poder de decisión de la comunidad ha sido secuestrado y un pequeño grupo – antes de manera oculta y hoy cada vez en forma más visible y desembozada – toma las decisiones por todos. No importa el bien común, solo importa la “libertad individual”, pero ésta solo pueden ejercerla los que han acumulado el poder que – como dijimos – cada vez forman un circulo más chico.
Pero siempre está “el peligro” de que los excluidos del poder se organicen y un día pretendan recuperar su capacidad de decisión. Para esto hay que confundir sus lenguas.
El método de hacerlo es – no solo degradar el lenguaje – sino generar una crisis valorativa, repudiando y destruyendo todos los sistemas de valores, utilizando como discurso para ello “la libertad individual” (ejercida cada vez por menos personas) en contra del bien común y al mismo tiempo poniendo en crisis todo esquema valorativo. Ya no vale la verdad, la solidaridad, la palabra, el testimonio, el esfuerzo, las normas, todo “segual” diría el recordado Minguito. Esto es la anomia, es decir una crisis valorativa o ya la falta total de valores o normas que permitan regir la convivencia social.

La estructura sociopolítica actual:
Llegamos así a la necesidad de definir y cuantificar la estructura sociopolítica de la sociedad argentina a la que dividiremos en 4 grupos.
a) La oligarquía: es un sector absolutamente minoritario, pero muy importante desde el punto de vista del poder económico y de decisión. A su alrededor existe una periferia que pretende, repitiendo sus consignas, formar parte de ella. En realidad solo una pequeña parte de estos lo logra, pero no como participantes plenos, sino como servidores muy bien remunerados.
b) Los integrantes del Movimiento Nacional: son un sector considerablemente más numeroso que el anterior, pero que no logra alcanzar la mayoría absoluta de la sociedad, en particular por sus divisiones internas, por desviaciones doctrinarios y por ambiciones personales. De todas maneras, la inmensa mayoría de este sector se reúne por razones doctrinarias (el justicialismo o peronismo) y porque éste es el recuerdo – propio o transmitido – de un tiempo en que se era mucho más feliz. También aquí en su entorno vale identificar un núcleo reducido desde el punto de vista numérico, pero importante desde su capacidad de influencia y decisiones, que expresan las variantes que podríamos denominar “socialdemócratas”.

Papa francisco: los poetas sociales. Foto: Aleteia.
c) Un tercer grupo son los descartados, los excluidos, los que el marxismo calificó como el “lumpenaje” (o el “lumpenproletariat” en alemán) Término que expresa la falta de capacidad de comprender las sociedades del tercer mundo por parte de Marx y el marxismo en todas sus variantes y que pretende definir a aquellos individuos que no alcanzan la calidad de proletarios, es decir que no pueden ser organizados porque son “desclasados”. Una vez más el pueblo argentino demuestra lo contrario de las teorizaciones del marxismo y/u otras ideologías centroeuropeas. Los descartados tienen capacidad de organizarse, de ser un factor de poder real y de convertirse en “poetas sociales” al decir del papa Francisco.
d) “El resto”: Hay un cuarto y último sector que es el que podríamos definir de muchas maneras, pero que calificaremos como “anómicos”. Es un conglomerado, compuesto fundamentalmente (pero no exclusivamente) por sectores medios de la sociedad, que cuando padecen los efectos de la acción de los gobiernos liberales, se vuelcan al Movimiento Nacional, recomponiendo la alianza histórica entre los trabajadores y los sectores medios, posibilitando el acceso del Movimiento Nacional al gobierno (no al poder). Pero este mismo grupo rápidamente se deja influir por los medios de prensa y repite las consignas impuestas por los sectores oligárquicos a partir de estos, llegando a identificarse con “la opinión publicada” o difundida por los medios, la que indefectiblemente va en contra de sus intereses reales y en consecuencia vota o difunde lo que ésta “opinión” expresa y no sus intereses personales y colectivos.

Unidad, Solidaridad y Organización
Para la oligarquía su reunión es sencilla, se concreta a partir de sus intereses materiales. Pero para el Movimiento Nacional hay, además de las miserias personales de algunos dirigentes, dos inconvenientes.
Los “ortodoxos”: Son aquellos con los que se puede tener muchas coincidencias, pero que priorizan la “pureza” doctrinaria a la unidad del campo popular.
Los “revolucionarios”: También con estos se puede tener algunas coincidencias, pero en lugar de gastar sus energías en preocuparse por organizar y adoctrinar, su principal y casi única preocupación, es pretender expulsar a quienes consideran que no son “revolucionarios”.
Ambos sectores son un viejo mal del Movimiento Popular, pues atentan permanentemente contra la unidad, lo cual es grave, en particular cuando ésta es determinante para garantizar que la oligarquía no recupere la parte del poder que aún no concentra. Ambos grupos, reducidos pero vociferantes, se olvidan que el Gral. Perón afirmaba, refiriéndose a este tipo de actores, que los ladrillos para hacer una casa se construyen con paja, barro y un poco de bosta y al mismo tiempo manifestaba que “Si quiero llevar sólo a los buenos me voy a quedar con muy poquitos”.
La organización de la comunidad
La cuestión sigue siendo cuáles son los instrumentos para alcanzar un verdadero triunfo popular. La experiencia y la teoría política nos enseñan que el primero de ellos son las armas, pero además de cuestiones filosóficas, la historia nacional y universal, nos ha demostrado que la mayor capacidad de fuego la tienen los poderosos. El segundo es el dinero, lo que lógicamente nos lleva a comprender que también son los poderosos quienes cuentan con mayor cantidad de recursos. El tercer instrumento es “la política” es decir la organización popular.
Y esa es el ámbito donde el Movimiento Popular puede ser ampliamente mayoritario. Es nuestro único instrumento de triunfo.

La tarea de la hora:
Compleja desde el punto de vista de su ejecución, pero clara desde el punto de vista de la comprensión, la tarea de los militantes del Movimiento Nacional y Popular es combatir, adoctrinar y organizar.
En primera instancia combatir. Hoy nuestro enemigo principal es el sistema financiero de la narco-usura, instrumento del neocolonialismo, que sojuzga a los pueblos para debilitarlos moral, física, económica y culturalmente. Son nuestros enemigos que no nos dejan vivir y a los que no podemos dejar de combatir en todos los terrenos.
Las otras tareas, que son fundamentales, van indisolublemente unidas: adoctrinar (o readoctrinar) y organizar.No se puede adoctrinar sin organizar y no se puede organizar sin adoctrinar, en particular porque justamente nuestra doctrina se sustenta en la organización de la comunidad.
O sea, debemos adoctrinar construyendo la Comunidad Organizada, preservando la Unidad y practicando la Solidaridad. Es todo de ejecución.