Una bella semblanza de Emilio Reato y su obra pudimos leer en el texto de Sala de Federico Ruvituso director del Museo Petorutti y curador de la expo Circular que realizó el artista en espacios emblemáticos de Ituzaingó, acompañado por una comitiva de fotógrafos, periodistas, funcionarios y amantes del arte en la cálida noche del sábado 16 de noviembre.
Así la describe el Curador:
» Hay lugares perdidos en la Provincia de Buenos Aires cuyo influjo todavía sienten sus habitantes y buscan sus geógrafos. En esos sitios, un arquitecto desperdigó mataderos, cementerios y municipalidades de hormigón con cuchillos gigantes, ángeles vengadores y torres como castillos con miradores(…). En ese lugar infinito, durante décadas, viajaron los circos del mundo, que soltaron sus monstruos prehistóricos y sus gigantes asiáticos en una llanura metafísica sólo detenida por el mar»
«No resulta sorprendente que los habitantes del lugar se acostumbrasen a transitar la frustración y el asombro durante toda su vida. (…) Tampoco que sus artistas, aquellos que lejos de la cómoda migración a las capitales del arte decidieron y deciden quedarse, sufran el poderoso influjo de aquella geografía de tradición inventada, en cuya delirante pero precisa vecindad, habita una extraña belleza».
Para el chico que habita en el alma de Reato-dice Ruvituso más adelante- toda esa Utopía en ruinas es juego; en verdad deseo y épica: «un verano de la imaginación»
Esa dimensión intermedia entre fantasías y realidades pueden resultar «aterradoras en la risa, como cuando nos hace llorar un payaso o nos asusta un tiburón de plástico, (…) saliendo de los museos, a veces, mausoleos de la imaginación, para andar por las calles.
Nosotros, entes ignaros ante semejante efusión poética e icónica quizás evoquemos nuestras propias nostalgias infantiles en aquel pueblo perdido del Oeste aromado de tilos y cina cina donde nuestros padres, venciendo al arcano, diría Cátulo, vuelven cada día para esperarnos a la salida de la escuela.
Pero coincidimos en que caminar juntos es un acto de resistencia «Mientras un rey loco con un perro de tres cabezas amenaza con terminar con los museos y la alegría, con los libros y la ciencia por televisión» en esto no hay nostalgia sino militancia.
Por eso peregrinamos amorosamente por el Pueblo casi irreconocible de nuestra lejana infancia como otro juego: un tren imaginario cuyas estaciones: el dispensario, los centros culturales el edificio comunal. la galería, la Iglesia, el bodegón con lunch para los pasajeros exhaustos y el Museo histórico como terminal, o acaso como sala de espera de un cielo de Rayuela cuyas puertas no se abren hasta la Hora de la Imaginación como dice Federico.
Nota Oestiario
Fotos Moni Melián